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Una hipótesis sobre el incremento de los femicidios


Las diferentes sociedades del mundo manifiestan diferencias con respecto a la violencia sexual contra las mujeres. Evidentemente, la consideración de la posición social femenina está totalmente vinculada con elementos culturales que son muy variados y dinámicos, ya que el paso del tiempo va marcando modificaciones dentro de cada una de esas sociedades.

Desde las imágenes que desde que éramos pequeños nos mostraban al hombre de las cavernas con un garrote en sus manos para utilizarlo en la cacería de mujeres para satisfacer sus instintos básicos absolutamente machistas, no es tanto lo que ha cambiado. En tiempos antiguos, muchas mujeres fértiles no conocían la menstruación pues durante su corto período de existencia cada año correspondía a un nuevo embarazo. Ahora el período de vida sexual activa femenino se ha ampliado mucho y eso llevó a cambios de las propias mujeres que intentan modificar la realidad para alejarse de la primitiva "cosificación".

No hace demasiado tiempo que en muchos grupos humanos la mujer era un elemento necesario para la satisfacción sexual y con ello para la formación de grupos familiares que requerían la parición de los hijos, su cuidado, la alimentación del conjunto, etc. No tenían, en general, otro rol en la sociedad. Participaban calladamente de ese destino y hasta compartían su pareja con otras mujeres más jóvenes cuando entendían que su cuerpo desgastado ya no podía competir con ellas.

Y no se quejaban, aunque maduraban cambios en esta situación.

Así resultó habitual el duro trato con que el "jefe de hogar" las sometía cuando notaba algún intento pequeño de rebeldía. Y los niños de la casa aprendían de lo que veían. Los varones asumían poco a poco su rol superior y las niñas se iban acostumbrando a una realidad que las esperaba cuando eran elegidas, contando o no con su voluntad, a ser hembras de algún macho al que entregarían su cuerpo y su alma bajo ese criterio a cambio de asegurarse "casa y comida".

Pero el maltrato frecuente encontró una creciente oposición por parte de las mujeres a medida que éstas descubrían que había otras posibilidades de existencia mejores para ellas y para sus hijas.

Entonces comenzaron las discusiones cada vez más violentas dentro del hogar. Ya no eran suficientes algunos gritos ni los subsiguientes golpes del hombre para dominarlas. La mujer mostraba atisbos de rebeldía, artimañas para simular que aceptaba la superioridad masculina mientras buscaba formas de incrementar libertades cada vez más significativas. Incluso comenzó a amenazar con abandonar el hogar y librarse de la ingrata condición a que era sometida. Y muchas veces lo concretaba.

Entonces vio el hombre que "su" mujer ya no era un trasto más de la casa sino que buscaba ocupar en él su lugar como persona. Y las relaciones interiores de la familia se fueron endureciendo.

Cada día un poco más, según muchos jefes de hogar por "contagio" generado por los medios de comunicación, los consejos de amigas que iban más avanzadas en el proceso de cambio, los ocasionales halagos de otros "machos" que les insinuaban lo que su marido hacía tiempo que no les decían, la mujer fue robusteciendo un poco su posición social y familiar.

Gradualmente, un número creciente de hombres fue aceptando la nueva forma de relación matrimonial. Hasta debiendo enfrentar rótulos tales como el de "varón domado", antes imposibles de asumir sin responder con violencia. Pero el cierre progresivo de ese portal de acceso a voluntad sobre la persona con la que compartía gran parte de su vida, encontró una serie de respuestas esperables en mentalidades incapaces de aceptar las nuevas condiciones.

Del viejo lema machista que expresaba que "cuando la mujer dice no es porque en realidad quiere decir sí" pasaron muchos perturbados mentales al acceso carnal violento para demostrar "quién es el que manda". Y ese ataque que en tiempos de cavernícolas quizá era el habitual se iniciaba en la adolescencia con compañías ocasionales que estaban o no dispuestas a ser sometidas, para continuar luego con la esposa que la vida ponía a su lado.

Estimulados generalmente por los varones que lo rodeaban, entre los que muchas veces en forma visible u oculta se encontraba su propio padre, el chico se "iniciaba" con alguna que lo hacía por dinero, para continuar "volteando chicas" a las que consideraba "fáciles" en tanto mantenía una relación seria con su futura o actual esposa. La madre lo toleraba y hasta lo alentaba, porque ella había sido criada así y no podía aspirarse a nada mejor.

Cuando esta situación tradicional dejó de tener la complacencia de la víctima, algunos para los que el sexo era su única forma de mostrar poder, aunque solamente fuera dentro de los límites del mal llamado "hogar" que compartía con ella, fueron mostrando oscuros recovecos en su configuración psicológica.

Incapaces por sus propias falencias de conseguir el dominio que intentaban establecer, intentaron aprovechar su fuerza física o utilizar armas de cualquier tipo para satisfacer su necesidad en penetración animal, símbolo fálico de sentir y mostrar que eran los fuertes. El alcohol y las drogas fueron sumando continuamente nuevos psicóticos a los que naturalmente ya lo eran.

Entonces, según creo, el uso de la violencia creciente en la relación es consecuencia de que el castillo a conquistar va reforzando en forma también creciente sus defensas. El cambio de los tiempos mejoró la situación de miles de mujeres pero con un costo importante de víctimas que parece no ser valorado adecuadamente por la sociedad en su conjunto, seguramente aún impregnada de los viejos conceptos que se mantienen estimulados por imágenes que confirman que recién se está en un comienzo.

Concluyendo este pequeño análisis, y procurando reforzar o descartar la hipótesis que planteo, invito a acercarme más ideas para que busquemos soluciones concretas a este mal social que horroriza al conjunto cuando se conoce un nuevo femicidio pero que desatiende absolutamente las señales que con mucho mayor frecuencia se observan en el entorno muchas veces muy próximo.

Daniel Aníbal Galatro
Esquel - Chubut - Argentina
danielgalatro@gmail.com
29 de Julio de 2013

Imagen tomada de paremoselacosocallejero.wordpress.com
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