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Entre el cielo y la tierra - Daniel Aníbal Galatro


Entre el cielo y la tierra se extiende, me da por pensar, una cuasi-infinita región de los universos que podría llamar "animosfera". Y si me disculpan por intentar crear un neologismo, me tomaré el atrevimiento de hablar acerca de ese espacio-tiempo que todos sabemos que está allí aunque sea indetectable por nuestra ciencia y nuestra tecnología más avanzadas.

Como un puente o quizá como una barrera, une y separa a un tiempo la materialidad de lo espiritual, de modo de que desde aquí los llamados "mortales" elevamos nuestras miradas para intentar percibir algo de lo que está más allá.

En realidad, se me ocurre que la "animosfera" no es geométricamente una esfera, y su espacio-tiempo no diferencia espacio de tiempo. Es una interfase difusa ente las supuestas realidades que conforman sus extremos. El allí donde vagan y divagan las esencias de los que alguna vez se aventuraron a intentar cruzarla, proviniendo de uno de sus inicios para llegar al otro límite que sería "su final".

Y si tienen la valentía o la irresponsabilidad de aventurarse, los invito a acompañarme a realizar un breve tour por esos lugares que no lo son realmente, o, de serlo, están construidos con el mismo material que constituye la esencia de los sueños.

Entre el vacío organizado que conforma los universos materiales y quizá el todo organizado que llamamos "cielo", esta zona intermedia es la desorganización de alta entropía que aceleradamente, cada vez más, la conduce a su propio final. Y cuando la "animosfera", puente y barrera, desaparezca por falta de vagantes y divagantes, el cielo y la tierra se harán uno, un único y perfecto ente que habrá cumplido su misión.

Como nuestros humanos pies no son útiles para andar animosferas, dejémonos llevar por esas otras extremidades que tantas veces hemos utilizado para transcurrir senderos inmateriales: la bendita imaginación que conforma uno de los dones con los que hemos nacido y que nos han permitido en muchas ocasiones seguir viviendo.

A nuestra derecha, podemos ver algunos objetos, que no lo son, evolucionando entre el cielo y la tierra. ¿Los reconocen? Son los que de pronto asoman por nuestro mundo material y crean debates interminables desde hace muchos siglos humanos. Les hemos dado un nombre que no es una definición de su naturaleza sino una confesión de nuestro desconocimiento acerca de ellos: objetos voladores no identificados, curiosa forma de expresar que no sabemos lo que en realidad son. Pero como podemos ver ahora, allí están. Y siguen siendo objetos, sigue siendo voladores y, para nosotros, siguen siendo no identificados.

Si observamos hacia nuestra izquierda podremos ver una imagen que muestra claramente un conjunto de pirámides. Esas que desde aquí han sido ocasionalmente reproducidas en nuestro lado del puente y las vemos en variados puntos del planeta donde constituyen objetos centrales de culto. Seguramente su función es hacer de "hitos" que permitan orientar a los que intenten estos viajes para que, sin adentrarse en la animosfera, confirmen que están en el camino correcto. Sin saber bien qué hacer con ellas y en ellas, los humanos hemos intentado rituales que se han repetido en estructuras parecidas tales como los templos. Y hasta hemos creído que, valiosa la vida como lo es para nosotros, sacrificios humanos serían adecuados para que se nos permita seguir hacia el más allá. Como aún no hemos encontrado el conocimiento de su verdadero sentido, ese avance intentado no ha tenido éxitos importantes.

Pero podemos continuar nuestro paseo hasta que algo o alguien nos indique que hemos llegado a nuestro límite.

Sí, es verdad, por aquél sector vagan y divagan seres con aspecto humano que, como nosotros, transitan hacia el otro extremo de este puente, infinito hacia sus lados pero finito en su extensión. Son los santos, los dioses, los semidioses y otros así que, permítanme decirlo así, se están elevando desde lo totalmente material a lo totalmente espiritual. ¿Llegarán realmente al final de este camino? Si bien no lo sabemos, solemos suponer que sí, y por eso los hemos colocado como venerables, beatos, santos, excelsos o algo de ese cariz. Entonces oramos a ellos para que, como mensajeros celestiales, lleven nuestros pedidos y nuestros agradecimientos a los niveles más elevados del mundo espiritual superior. Véanlos bien. ¿No parece que lentamente ascienden? Porque en este espacio-tiempo que no lo es, nuestra imaginación estima que debe haber un "arriba" y un "abajo" y, por tanto, los crea. Es que nos han enseñado que el cielo está por encima de la tierra, un concepto sin asidero válido pero que nos hace elevar la mirada a veces y bajarla en otros casos. Cosas de los hombres, no bien desarrollados como para comprender cómo es realmente esta cuestión y, por tanto, buscando simplificarla para evitar sumar angustias a la inevitable de vivir sin saber por qué ni para qué.

Observen que algo más a la derecha de esas figuras que mantienen su exterior humano pueden verse diversos objetos, algunos muy curiosos, que en nuestro mundo son utilizados como recursos místicos para intentar ingresar a la animosfera y, una vez allí, procurar avanzar lo más posible en ella. ¿Los reconocen? Cartas del llamado "tarot", ejemplares del Popol Vuh, algunas Biblias, unos Coranes, estelas con jeroglíficos, unas copias del Parcival de Eschenbach, horóscopos, en fin, multitud de guías con los que muchos humanos pretenden realizar este trayecto desde la tierra al cielo. Están aquí, próximos al principio del camino, porque algunos han sido válidos, según dicen, y otros quzá no tanto. Parece ser que los más recomendables son los recursos producidos con intervención del más allá propiamente dicho, no así los que surgieron de esta misma animosfera que no es una meta sino tan solo un sendero que lleva hacia ella.

Antes de completar este pequeño recorrido que se nos ha permitido hacer, acérquense a ese espacio frente a nosotros, aunque no exista como tal, porque en él se encuentran los seres que llamamos "mitológicos". Fantasmas, espectros, Basajauns, almas desesperadas, muertos vivos, y todos esos recursos que los seres humanos han visto o han creído ver, y que se apilan allí como en un depósito de material quizá residual de elementos inútiles o casi. Creo que están colocados allí para probar si el viajero que pretende seguir hacia la meta final es capaz de superarlos sin dudas ni temores, condición indispensable, dicen, para alcanzar sucesivas verdades que, como retazos diversos, conforman poco a poco la tela de la única Verdad.

No será hoy el día indicado para cruzar esa barrera pues el nuestro no es un viaje sino un tour, como ya saben. Y un tour debe finalizar en el punto en el que comenzó. Así que, amigos, retornemos al punto en el que ingresamos en esta animosfera, región que combina lo material con lo espiritual, y que con sólo saber que existe nos permite suponer que tiene un final, y que en ese final está el ansiado más allá que suele dar sentido a las vidas de muchos.

Aquí hemos llegado. Gracias por animarse a acompañarme, porque animarse tiene que ver con el ánima, el alma, y con los ojos de ella hemos podido ver lo que ahora han comprobado que existe.

Daniel Aníbal Galatro
Enero 23 de 2013
Esquel - Chubut - Argentina
danielgalatro@gmail.com

Ilustra esta nota una imagen tomada de
portalmico.com

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