Querida Candela:
Querida Candela:
Hace unas horas terminó lo que parece ser sólo un capítulo más de una historia que te tuvo como espectadora al principio y como protagonista principal en esta etapa de tu final.
Y, como tantas otras que hemos vivido antes y durante tu existencia en este mundo, tu caso me movió hasta lo más profundo. Te fuiste haciendo algo mío, como una hija más, como una nieta más. Porque lo que te sucedió también podría haberle ocurrido a una de ellas.
Hoy, cuando tu cuerpito maltratado está siendo despedido para siempre, sé que desde algún lugar te estarás preguntando ¿por qué yo?, ¿por qué a mí?.
Siento que me lo preguntás como me lo preguntaría una hija, una nieta. Y, como a ellas, le respondería que a muchos otros niños, a muchas otras niñas, a muchos otros jóvenes y adultos, les ha ocurrido algo parecido. Por eso vos fuiste apenas una más, por mucho que me duela sentirlo así. Y le sucederá a muchos otros, salvo que luchemos para evitarlo.
Porque no te quitó la vida solamente ése que apretó tu pequeño cuello. Todos los que compartimos con vos este tiempo y este lugar del mundo somos responsables, por lo que hicimos y por lo que no hicimos.
En estos últimos días todos hablamos de vos. Pero no a todos nos importabas vos porque eras Candela, una niña hermosa y vital que trataba cada día de hacer las cosas que sentías que te hacían feliz. Hubo quienes te vieron como una posibilidad de usarte para sus propios intereses.
Y no te digo por quienes te secuestraron y te mataron, ni por quienes debían cuidarte y te expusieron a que esto te ocurriera. Hubieron, hay y habrán otros que descubrieron y aplicaron tus situaciones de desaparición y de hallazgo para sumar harina para sus pequeños o grandes molinos personales.
Dicen que uno elige qué padres tendrá, y de ser así vos los elegiste para que tu destino en la Tierra se cumpliera. Pero hay quienes niegan eso y justifican todo con las reglas del azar. No lo sé. Nadie lo sabe realmente. A lo sumo, cree en alguna de esas cosas.
Pero todos o casi todos nos sentimos muy mal cuando nos vamos enterando de las medias verdades que nos relatan a través de los medios. Es que hace pocos días ni siquiera sabíamos que vos existías, y hoy nos duele que ya no estés. Y pensamos en lo que has experimentado desde que alguien te llevó como si fueran un objeto para usarte para sus fines y luego darte muerte y descartarte en un basural, cuando vos, "su cosa" ya no podías serle útil viva.
¿Cómo puede haber seres humanos tan perversos? ¿Por qué el Dios del que tantas veces te hablaron no hizo algo para que esto no pasara? El mundo es así y algo de eso pudiste apreciar desde más pequeña cuando veías por televisión que pasaban cosas muy tristes, que cada día aparecía gente llorando desconsoladamente porque algún familiar había sido asesinado para robarle algo de mucho o poco valor, que los aviones de un país bombardeaban ciudades de otro matando inocentes para conseguir algún beneficio en dinero, o algunas situaciones de ese tipo que ni vos ni nadie que no sean los responsables podría justificar.
Las personas somos así. Pequeñas, confundidas, espiritualmente enfermas, capaces de mentir, de dañar, de robar, y hasta de matar. Sintiendo luego remordimientos o sin sentir ninguno.
Esta vez fuiste vos la elegida, no importando demasiado por qué justamente vos, salvo a vos, la protagonista principal de esta historia que hoy todos observan desde su enfoque personal, individual y diferente.
Es así, Candela, es así. Todos los días muere gente por las más variadas causas. Porque morir es parte del vivir, el último acto de cada historia humana. Y a vos te tocó un muy feo final, por tu edad, por la forma en que te quitaron la vida, por la incapacidad de quienes te rodeaban, tanto muy cercanos como muy lejanos, para cuidarte como debíamos haberlo hecho.
Durante unos días más todos estaremos tratando de saber más sobre Candela Rodríguez, quizá por curiosidad natural, quizá por una ansiedad morbosa que es parte de una naturaleza humana, tal vez para intentar comprender por qué pasan esas cosas.
Luego te iremos olvidando. El rostro sonriente que se instaló en nuestra memoria y hoy evocamos con facilidad, se irá esfumando, y tu nombre se irá con él para que te recordemos como "la nena". Solamente quienes te conocieron bien y te amaron mantendrán la llama de tu ser encendida durante años, quizá muchos años. Para el resto, otro nombre y otro rostro reemplazarán al tuyo porque estarán relacionados con un nuevo caso. Y luego vendrán otros que se irán suplantando en el recuerdo colectivo.
Querida Candela, intentaré mantenerte en un lugarcito de mi corazón como un pequeño homenaje que pueda aliviar mi sentimiento de culpa por no hacer todo lo debido como ser humano para proteger a otro ser humano, en este caso, alguien que podía ser mi propia hija o mi propia nieta.
Te dejo un beso en tu alma porque tu cuerpo ya no puede sentirlo. Con todo mi pesar sincero que vos podés constatar ahora. No me conduelo con el dolor de otros porque no sé quiénes realmente sienten tu ausencia física.
Hay veces en las que ocurren cosas como ésta que me hacen dudar de la belleza de la vida, de la importancia de pertenecer al género humano. Pero ya se me va a pasar, porque algo sucederá hoy, mañana o pasado que me mostrará otros costados mucho más agradables de mi existencia.
Que descanses en paz, querida niña. Me hubiera gustado conocerte en otras circunstancias, viendo por la televisión alguno de tus logros que solamente pudiste imaginar porque Dios, el Destino o quien sea permitió que se frustraran en ese par de minutos en el que tu vida se apagó.
Habrá que cuidar mejor a las otras Candelas, a los otros Carlitos, a los otros niños que andan por el mundo y que cada día afrontan el riesgo de una muerte anticipada.
Y te pido que perdones a quienes hoy se ocupan de vos, tardíamente y quizá malamente. Perdonalos porque realmente no saben lo que hacen. Son simples seres humanos, pequeños, confundidos,... ya sabés.
Adiós, Candela.
Daniel Aníbal Galatro
1º de Septiembre de 2011
danielgalatro@gmail.com
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